En noviembre asistimos a las fiestas de botellón de adolescentes en Artxanda y también a las trifulcas y alborotos de Vitoria-Gazteiz. El comentario de la chavalería era que entendía el problema del virus, pero que tenía derecho a divertirse. Seguramente sin caer en la cuenta de que el que mejor se lo estaba pasando era el virus.
También asistimos al “Black Friday” y el comentario generalizado de las personas paseantes era que había demasiada gente, como si entre “esa gente” no se sintieran concernidos.
El pasado ocho de diciembre
nos sorprendimos de nuevo con la frase “que nos quiten lo bailao”,
perteneciente a una fiesta ilegal celebrada en Derio por 67 jóvenes, que no menos
retirarse ante la presencia de la autoridad, continuaron jactándose de lo que estaban
haciendo, y solicitaban su marcha para continuar.
Este fin de año se han repetido
por infinidad de lugares los cotillones o fiestas ilegales, tal y como hemos
podido observar en los medios de comunicación.
Lo cierto es que el virus
SARSCOV2 es altamente contagioso y la pandemia COVID ha puesto de manifiesto la
importancia de las conductas individuales para controlar su propagación.
Podríamos decir que, en
general, a la ciudadanía nos gusta que alguien mande, sentir que hay responsables
a quienes responsabilizar y/o culpabilizar; de modo que quepa exigir a las y
los demás el cumplimiento de las normas, mientras -a título individual- ver
cómo podemos saltarnos esas obligaciones, disfrutando sobremanera y presumiendo
además de ello, cuando hemos sido capaces de conseguirlo.
En realidad, nos hacemos
trampas al solitario.
Debemos entender, de una vez
por todas, cuáles son los riesgos y asumir nuestro papel, el de cada persona en
esta pandemia, porque si bien las normas son generales, su cumplimiento es
individual.
Apelar a la responsabilidad
colectiva es lo mismo que exigir su justa reciprocidad de nuestra conducta
individual, porque la salud de todas las personas está en riesgo.
Y ya sabemos que se
contagian las y los más tontos ……y sus amigas y amigos.
Alberto Martínez Ruiz, Vocal de la Comisión de Deontología Médica de Bizkaia.
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