El
preámbulo de nuestro Código de Deontología Médica,
habla de honradez y veracidad como actitudes que encarnan principios esenciales
de la profesión médica. También habla de transparencia y de la necesidad de
aceptar y corregir errores y conductas inadecuadas.
Resalto
estas pinceladas del Código de Deontología Médica por el momento histórico que
estamos viviendo, que no encarna precisamente esos valores profesionales. El
día a día está cargado de desinformación, medias verdades y manipulación de
datos que forman parte de nuestra vida cotidiana y nos dejan en un bucle sin
salida. Sabemos de artículos científicos que se han retirado por su falsedad.
Conocemos segundas intenciones o intereses a nivel de la gestión de la salud.
Esto
me lleva a las siguientes reflexiones: ¿En qué punto nos encontramos en la
asistencia clínica? ¿Está influida por esta corriente? ¿Cuál es mi actitud
ética ante los pacientes del día a día?
Somos
conscientes de errores de gran alcance humano por la gravedad de sus
consecuencias y por el número global de los afectados. La soledad en el fallecimiento,
en el duelo y en el curso de la enfermedad. La desatención de otras patologías
cuyas consecuencias sospechamos, pero están pendientes de cuantificar. La
exclusión de pacientes COVID-19 al acceso de recursos limitados, como ancianos
que no han optado a ingreso hospitalario o pacientes que no han tenido la
oportunidad de ciertas medidas intensivas. El desconocimiento exacto de si el
triaje de recursos ha encajado de forma precisa con la evolución de esta
enfermedad, si se han ajustado bien los criterios de ingreso hospitalario o en
UCI. Y sin olvidar al personal sanitario entre los que el burnout es un dato
constatable.
Ha
habido aciertos y errores, algunos de los cuales han dejado en evidencia
deficiencias que ya se conocían y estaban latentes. Estamos en el momento de
realizar un análisis sincero para reconducir estrategias y mejorar la calidad
de la práctica clínica. En primer lugar, es necesario detectar las debilidades
y las fortalezas para diseñar un plan de implementación de cambios. Es aquí
donde se resalta la sinceridad, transparencia, honradez. La negación, el
ocultamiento de datos o disfrazar la realidad no son herramientas útiles. Se
necesita la veracidad para avanzar. Los errores son una oportunidad de
crecimiento. Aprendamos a mirar y que no nos pase como decía C.S. Lewis
“Tuvimos la experiencia, pero no el aprendizaje”. Esto supone esfuerzo, vencer
el conformismo, la pereza o el temor.
Existen
deficiencias del sistema que no están en nuestra mano, por ejemplo, los
problemas estructurales que competen a los gestores de salud, pero ciertas
incapacidades individuales y de equipo sí están a nuestro alcance. De ahí mi
reflexión personal sobre hacer autocrítica de mi práctica clínica en el día a
día, en lo que es responsabilidad mía. Merece la pena realizar un esfuerzo
especial en aplicar esa actitud con nuestros pacientes. La sinceridad, en
general y con uno mismo, es un principio básico para poder conseguir una
relación plena de entendimiento y confianza entre médico y paciente, como
también lo es para conseguir la mejora continua de una asistencia médica de
calidad.
Preámbulo
del Código de Deontología Médica.
El
fomento del altruismo, la integridad, la honradez, la veracidad y la empatía,
que son esenciales para una relación asistencial de confianza plena.
La
mejora continua en el ejercicio profesional y en la calidad asistencial,
basadas en el conocimiento científico y la autoevaluación.
El
ejercicio de la autorregulación con el fin de mantener la confianza social,
mediante la transparencia, la aceptación y corrección del altruismo, la
integridad, la honradez, la veracidad y la empatía, que son esenciales para una
relación asistencial de confianza plena. (…)
Begoña
Girbau Campo, Vocal de la Comisión de Deontología Médica de Bizkaia.
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