Uno de los capítulos más
extensos del actual código de deontología médica es el dedicado a la relación entre
médico/a con sus pacientes, y no es de extrañar, ya que es un pilar fundamental
de nuestra profesión.
En general, está claro que lo
que debe presidir estas relaciones es la confianza, respeto a su intimidad, dar
información clara sobre su proceso, no discriminación etc.
Hay un artículo que hace
referencia a algo que a veces se olvida a quienes atendemos pacientes, sobre
todo cuando hablamos de la información que se transmite “…es dar a conocer
al paciente o a sus allegados la identidad del médico responsable de su proceso
asistencial, así como la de aquel que en cada momento le presta asistencia.” Artículo
10.
Bien es verdad que en la
prestación asistencial nos encontramos con muy diferentes situaciones, desde quien
perteneciendo a la atención primaria, que puede llegar a conocer a varias
generaciones de una misma familia y no necesita presentación, hasta la
asistencia puntual en una situación de urgencia.
Pero existen situaciones
intermedias, un ingreso hospitalario, una interconsulta donde el médico o médica
conoce muchas de las circunstancias que rodean al/la paciente en ese momento y
sin embargo no sepa ni el nombre de la persona que le está atendiendo, sólo ve
un ir y venir de batas y caras desconocidas que le van explicando el proceso al
cual se va a someter.
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Imagen accesible en comunicardio
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Se nos olvida algo tan básico
y sencillo como que después del “buenos días” y antes de explicarle el proceso
que se le va a realizar le digamos “mi
nombre es…” y que la confianza que se establece a partir de ese momento va a
redundar en la calidad asistencial y en la mayor empatía y disposición de las
personas que acuden a nuestras consultas.
Vega Moreno Martínez, Secretaria de la Comisión de Deontología Médica de Bizkaia
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