Podemos ofrecer a las
personas estrategias para evitar que padezcan una enfermedad a través de la
Medicina Preventiva. Podemos tratarlas e incluso curarlas con la Medicina
Curativa si no hemos conseguido evitarlas con las medidas preventivas
empleadas. Pero ¿qué podemos hacer para ayudar a las personas ya enfermas en
situación clínica de terminalidad cuando tampoco hemos podido curarlas?
El art. 36.1 de nuestro
Código de Deontología Médica nos indica a los médicos, ante esta situación que
me pregunto en el párrafo anterior, lo siguiente: “El médico tiene el deber de intentar la curación o mejoría del
paciente siempre que sea posible. Cuando ya no lo sea, permanece la obligación
de aplicar las medidas adecuadas para conseguir su bienestar, aún cuando de ello pudiera derivarse un acortamiento de la vida”.
Sin embargo, la creciente
oferta de recursos tecnológicos tiende a desplazar el centro de atención desde
el enfermo a la enfermedad y nos hace sentir la muerte cada vez más como un
fracaso que vulnera nuestra omnipotencia. Además, el sistema asistencial,
fraccionado e impersonal tiende a disociar la relación médico-paciente y a
sustituirlo por una burocrática relación paciente-institución.
No podemos seguir así. Los
Cuidados Paliativos son una necesidad que ha de transformarse en un derecho
asistencial. Si todas las personas tenemos derecho a recibir una asistencia
sanitaria de calidad científica y humana, la atención médica al final de la
vida de calidad no debe considerarse un privilegio, sino un derecho. Tengamos
en cuenta que los Cuidados Paliativos representan una sólida respuesta
sanitaria al sufrimiento relacionado con el final de la vida de las personas
enfermas. Estos cuidados han demostrado eficiencia ya que provocan un impacto
muy positivo sobre la calidad de vida del enfermo como es el alivio de
síntomas, una buena comunicación y una buena relación médico-paciente, así como
el respeto a sus valores. También apoyan a las familias, complementan el resto
de las medidas, influyen sobre los sistemas sanitarios y ahorran costes.
Los Cuidados Paliativos
deben aplicarse desde todos los ámbitos asistenciales: Atención Primaria, Atención Especializada y Atención socio-sanitaria. Además,
el médico, cualquiera que sea su especialidad, debe adoptar ante el sufrimiento
una actitud particularmente compasiva y humana, con empatía, respeto y
delicadeza. Abandonar al enfermo cuando necesita esta atención constituye una
mala práctica médica.
La Sociedad Española de
Cuidados Paliativos (SECPAL) nos ayuda a comprender lo que son estos cuidados: “consisten en la atención integral,
individualizada y continuada de personas y sus familias con una enfermedad
avanzada, progresiva o terminal, que tiene síntomas múltiples, multifactoriales
y cambiantes, con alto impacto emocional, social y espiritual. Estas
necesidades deben ser atendidas de manera competente, con los objetivos de
confort y calidad de vida, definida por enfermos y familias, y de acuerdo con
sus valores, preferencias y creencias”.
Durante los 25 años que
estuve al frente de un gran equipo de profesionales, en el Hospital San Juan de Dios de Santurtzi, atendiendo a enfermos que
se encontraban en el trayecto final de su vida comprendí que la disciplina de
los Cuidados Paliativos es la mejor oferta que les podemos hacer para dignificar
su proceso de morir. Esto es lo que me han enseñado ellos, los enfermos:
-
El
paciente espera que se le tratemos como un ser humano hasta el momento de su
muerte. Que no le contemplemos sólo como una estructura biológica, sino que
además tengamos en cuenta su dimensión emocional, social y espiritual.
-
Quiere
que le permitamos expresar sus propios sentimientos y emociones sobre su forma
de enfocar la muerte.
-
Nos
pide que le permitamos participar en la decisiones que incumban a sus cuidados.
-
Solicita
nuestra ayuda para que no le dejemos morir solo, abandonado por sus seres
queridos ni por los profesionales.
-
Desea
que las preguntas que nos haga sobre su enfermedad y su pronóstico sean
respondidas con sinceridad y que no le engañemos.
-
Quiere
también que respetemos su individualidad y que no le juzguemos por sus
decisiones, aunque sean contrarias a quienes le atendemos.
-
Le
daría confianza que le cuidásemos personas solícitas, sensibles y entendidas,
intentando comprender sus necesidades y que, además, fuéramos capaces de obtener
satisfacción del hecho de ayudarle a afrontar su muerte.
-
También
consideraría que su proceso de morir sería digno si quien le cuidásemos lo
haríamos como nos gustaría que nos cuidaran a nosotros cuando llegara nuestro
momento.
-
El
enfermo desea que no precipitemos deliberadamente su muerte, pero que tampoco
prolonguemos innecesariamente su agonía, sino que le ayudemos a no sufrir
mientras llega su muerte.
-
Y
su último deseo suele ser que atendamos a sus seres queridos después de su
muerte, para aliviar su pena.
Si cumplimos todo esto,
estaremos trabajando por la dignidad de las personas al final de la vida.
Una Ley sobre la atención al
final de la vida de las personas, es decir, sobre Cuidados Paliativos que
garantice los derechos del enfermo, los deberes de los profesionales y las
obligaciones del Sistema Sanitario, será una ley muy oportuna. Pero, ¡por
favor¡, póngase a ello. Llevamos años y años esperando que se elabore dicha
Ley, pero los cambios de gobiernos han frustrado esta posibilidad ya en dos
ocasiones. Póngase de acuerdo porque este asunto es un asunto de Estado, no de
ideologías. Tengan en cuenta que la voluntad política es un elemento decisivo
para garantizar la adecuada atención a las personas al final de la vida.
Dr. Jacinto Bátiz
Presidente de la Comisión de Deontología
Colegio de Médicos de Bizkaia